"Todos los que estaban allí se les veía a simple vista muy felices. orientados y confiados con ellos mismos. Me dirigí al baño. atascada por el ruido que hacían esos enormes altavoces musicales de la fiesta mediocre. Me lavé la cara quitándome el maquillaje de una, dos, tres, cuatro veces con mis manos y me miré al espejo, pero más adentro de la superficie de ese cristal. No podía ver con claridad lo que reflejaba, pero pensé que cerrando los ojos podría apreciar mejor lo que deseaba ver.
   Apareciste tú. Aparecieron ellos. Aparecí yo. Aparecieron mis miedos. Queriendo abrir mis ojos y no pude, me acorralaban, me obligaban a seguir observando ese infierno tan agarrador. Mis manos y mi frente empezaron a sudar. Toda la habitación se quedó a oscuras, y podía notar cómo me cogían del brazo con fuerza, haciéndome daño. Sin ver, sólo escuchando mi respiración agitada y los latidos de mi corazón convulsionando, tanto que dolía. No se oía nada más. A veces, mis propios gritos mudos. Esa angustia se apoderó de mí. Yo simplemente quería huir o sentarme en el rincón de aquel sucio baño para evitar caer en la tentación del suicidio, porque entonces era lo único que sería capaz de salvarme. Mi pasado, mis errores, eran los demonios que golpeaban el cristal.
   Salí de aquel sitio, sonreí, escondiendo mis brazos morados y señalados con cicatrices. Y todos los que estaban allí parecían felices, reían. Parecía feliz."

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